Meredith nació en Málaga, su madre era una Hippie francesa afincada en Málaga, era una mujer dulce y feliz y lo que Meredith siempre destacaba de ella era su habilidad para crear con las manos, ya fueran abalorios, figuras de ceramica o musica con su vieja guitarra, la misma que Meredith posee ahora y de la cual arranca los acordes que su madre le enseñó.
El destino quiso que un turista francés llegara a Málaga y se enamorara de ella perdidamente, ese fué Anthony Drapeaux, con quien finalmente se casó, ambos crearon su hogar en Málaga, pues Meredith no quiso abandonar a su madre, ya que ambas siempre habian estado solas y no tenian a nadie más, además la madre de Meredith estaba gravemente enferma de Leucemia y los medicos no le dieron muchas esperanzas, 3 años despues de haberla perdido la pareja viajó a Paris y allí se asentaron, estabilizandose y creando su propia familia, cuando las hijas del matrimonio llegaron, la tristeza por la perdida de su madre se hizo mas chiquita.
Y las niñas llenaron de luz y alegria la vida de la pareja, dos preciosas gemelas llamadas Catherine y Gabrielle.
El mismo dia en que ambas niñas cumplen siete años su padre les da la sorpresa de llevarlas al ZOO y tras un dia lleno de aventuras, en el parque de atracciones, tomar helado y cenar fuera van camino a casa bajo una fina lluvia que va haciendose densa conforme se aproximan a la ciudad, llega un momento en que la visibilidad es completamente nula provocada por la cortina de agua y solo los fogonazos de luz le advierten a Anthony que un coche se aproxima por el otro carril, la mala suerte hace que el camion que va de frente se desvie e impacte frontalmente contra ellos, provocando la muerte en el acto de Anthony, su mujer Meredith quede en estado critico y las niñas heridas de gravedad.
Por suerte madre e hijas salen adelante y meses despues se encuentran en casa, solas, sin nadie a quien recurrir, Anthony fué enterrado en el cementerio de Montmartre en el Mausoleo que posee su familia.
Una mañana mientras las niñas jugaban calladas junto a la chimenea sin hacer un solo ruido como hacian desde que su padre falleció, el timbrazo del telefono rompio el silencio sepulcral de la casa provocando que Meredith, que andaba cosiendo sentada en el sillon de la sala, se sobresaltara dando un respingo, se levantó y con mano temblorosa sostuvo el telefono contestando la llamada, al otro lado de la linea se encontraba su suegra
Tras colgar, su rostro se ensombreció, nunca habia tenido buena relacion con ella, ni buena ni mala, simplemente ninguna relacion.
Su marido pertenecia a una de las familias Parisina de rancio abolengo y el matrimonio con Meredith nunca fué aceptado por ellos, su suegra le habia comunicado que tenian que tenia siete dias para abandonar la mansión.
Mientras Meredith y las niñas habian estado en el hospital, esa mujer habia entrado en la casa llevandose todas las pertenencias de su hijo, con la excusa de buscar un traje para el funeral, fué a ver a las niñas al hospital, Meredith lo supo por las enfermeras, así que el miedo de Meredith se hizo mas latente tras la llamada, ella no tenia dinero, no tenia nada, ni siquiera sabia si su marido habia hecho testamento, pero sabia que esa gente harian todo lo posible porque no le quedara nada, tenian dinero y poder y sabia que podian impugnarlo, ella no queria nada de ellos pero temia por el futuro de sus hijas...
Tras la cena las metió en la cama y fué a su habitacion, intentó conciliar el sueño pero no podia, se levantó y abriendo el armario medio vacio, empezó a sacar toda la ropa, con la primera prenda lo hizo despacio pero luego siguió a buen ritmo hasta que lo dejó totalmente vacio, tan vacio como lo estaba su vida ahora y bajó las maletas del altillo, se sentó y empezó a doblar todas las prendas.
Una por una...
empaquetando toda mi vida, mientras cada prenda atesoraba un recuerdo
como esos zapatos de charol rojo que habia admirado tras el cristal de un escaparate, que me recordaban a mi pelicula favorita de niña, El Mago de Oz y que me encontré bajo el arbol de la primera navidad que pasé en Paris junto a mi marido...
Los vestidos que me habia puesto en ocasiones especiales...
como cuando la noche en que preparé una cena especial y coloqué un plato de más en la mesa...
Y él preguntó ¿ es que viene alguien?...
Y yo le sonreí como única respuesta...
Era increible como en una sola sonrisa o en una sola mirada él podia saberlo todo...
nos hablabamos siempre de aquella forma, un lenguaje secreto en el que no existian las palabras...
Un lenguaje que era solo suyo y mio y que ahora ya no existia...
Y tenia tanto miedo... tanto miedo de la soledad, de que esa mujer terrible me apartara de lo que mas queria, temia que así fuera...
El destino me habia arrebatado lo que un dia me regaló, me habia arrebatado al amor de mi vida de una forma tan horrible que me habia partido el corazón y ahora jugaba conmigo... como en una mesa redonda sobre un tapete verde... apostando a mis hijas a la carta más alta, esa mujer tramaba quedarselas, lo presentia, esas visitas al hospital no eran nada bueno, las niñas eran sus únicas herederas, su única familia, sangre de su sangre, sangre de su único hijo...
Pero eso jamás lo permitiria... era eso lo que me habia mantenido en vilo, lo que habia conseguido quitarme el sueño...
Ella no me queria y por lo tanto deshacerse de mi era facil, o eso estaria pensando, pero yo ya habia tomado una decision, las maletas ya estaban hechas y salir de allí seria facil, solo tenia que dejarle instrucciones a Paul, el mayordomo a pesar de todo se habia mantenido fiel a la familia, le tenia mucho cariño a las niñas y no habia consentido que la madre de Anthony interviniera más de lo debido, ni siquiera aceptó el soborno que le ofreció para ayudarla en su plan y mantenerlo callado, asi que sabia que en él tenia un aliado para encargarse de enviarme las maletas a la direccion que le daria, solo llevaria en mano lo justo y lo necesario para el camino
que seria largo y tortuoso, pues no tenia suficiente dinero para pagar tres billetes de avión
Ajenas a todo, las niñas dormian a pierna suelta en su habitacion...
Miralás durmiendo protegidas por la bruma solida de la inocencia dentro de su mundo infantil, en el que los mounstruos son imaginarios y solo se presentan en la oscuridad...
Encendi la luz y me acerqué mas a ellas, habia llegado el momento de despertarlas...
Me quedé mirandolas, pensando un diálogo sin ensayo, como decirles a unas niñas de siete años
( continuará)